
Randi es hermana de Mark. Ambos tienen infinidad de recuerdos como familia y muchos de ellos los han publicado en redes sociales, principalmente Facebook en forma de actualizaciones, comentarios… ah, y fotografías. Randi, a pesar de conocer a perfección los términos de servicio de Facebook y la forma en que se comparten y que puede perderse el control de cualquier contenido que compartes en redes sociales hoy se dio cuenta que no ha sido del todo responsable en el manejo de su perfil.
¿Pero por qué nos hace dedicarle un espacio a Randi? Por el simple hecho que su hermano, Mark Zuckerberg es el fundador y cerebro visonario tras Facebook. Y vaya, a pesar de ello, no sólo vio Randi una de sus fotos personales compartidas en Twitter, sino que en la misma red social protagonizó un berrinche por el hecho de ver violentada su privacidad. Sin embargo, ¿en realidad se violentó su privacidad?
Sigamos la regla de oro de expertos en seguridad informática y cómputo forense, como Andrés Velázquez, presidente y fundador de MaTTica, primer laboratorio de investigaciones digitales en Lationamérica: «Si no quieres que alguien en particular vea algo, no lo subas a Internet» – y es que tan cierto es, como lo es el hecho de que hemos cedido derechos de reproducción y retransmisión de «nuestro» contenido a las redes sociales, y desde luego a nuestros «amigos» – llamémosle nodos – para que a su vez republiquen y comenten lo que subimos.
Bien lo dice Joel Gómez, abogado experto en derecho informático y propiedad intelectual – al aceptar los términos y condiciones de una red social, como lo es Facebook o Instagram, básicamente nuestro contenido deja de ser sólo nuestro y es contenido también de la red social. Y no sólo eso, sino que el contenido trae licencias para su uso y explotación libre de regalías.
¿Significa que en algún momento podemos ver nuestra foto de las vacaciones en un anuncio espectacular de la empresa? Sí.
Y entonces, ¿mi privacidad desapareció? No, de hecho sólo se redefinió.
Y adicionalmente a que yo haya aceptado o no los términos de Facebook, mi rostro puede aparecer en la red, ser visto y compartido por miles, por millones y hasta ser usado con fines comerciales, mercadológicos o cualquier otro que un Facebook considere conveniente – y si es que así lo considera. Y así es, puesto que el simple hecho de aparecer en una foto me hace susceptible a que alguien – quien sea que tenga posesión – ojo, no dije propiedad – de la foto pueda subirla a la red y «pegarla» en su muro, y de hecho, hasta etiquetarla con mi nombre.
Y ¿qué puedo hacer? Poco y nada. Pedir a los demás que respeten tu privacidad, «enostrarte» y desaparecer de la faz de la tierra digital y monitorear lo que de ti se dice y publica, pero en un mar de información y con el carácter viral de Internet hacer esto puede ser una labor titánica, y cualquier esfuerzo por eliminarnos de Internet seguro serán infructuosos.
Redes sociales abundan, elegir en cuáles participar y qué compartir debe ser una labor nuestra. Usar las redes sociales con responsabilidad y sentido común idealmente tendría que sobreentenderse. No obstante esto, hoy tenemos que comprender que con el avance de la tecnología la forma en que antes concebíamos la privacidad es obsoleta y hoy hay que aceptar la nueva realidad que se nos presenta.
Bienvenidos al mundo público, de las redes neuronales, la web semántica y el Internet 3.0
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